Y, al fin, volar es una retrospectiva del que aún no se sabe artista. Se trata de imágenes capturadas durante la adolescencia en Tenerife. Isla, mar, volcán… La tierra de sus padres emigrantes. El recuerdo de las vacaciones estivales, donde El Pris acapara toda su atención: sol, mar, rocas, pardelas, casas, cuevas, redes, alisio, maresía…, elementos que Josetxu guarda en un cajón melancólico, estanco a la luz durante más de 35 años, en forma de miles de negativos en blanco y negro.
Después de ese tiempo, positiva las imágenes, las edita y hace una selección de 31 instantáneas. Fotografías que expone por primera vez en Tacoronte, el pueblo de su madre, primos y tíos. Imágenes seleccionadas por el artista que es hoy, imágenes que dan sentido a su existencia, con las que quiere homenajear a un lugar: el de sus padres. A unas personas: su familia. A un elemento esencial para los isleños: el mar. A una mujer: mamá, el origen de todo, de toda esta aventura que le ha permitido encontrarse a sí mismo.
Alavés de nacimiento, Josetxu se reencuentra con Tenerife, con Tacoronte, donde pudo, junto a sus hermanos, cumplir el deseo de su madre -fallecida en 2020, en pleno COVID-: esparcir sus cenizas en la isla, entre las espumas de la mar océana, en la tierra de sus orígenes.
La exposición fotográfica de Josetxu es esto y mucho más. Que sea la imaginación de cada cual la que la valore, la interprete. En mi caso, estas imágenes son parte de mi vida también, así que solo puedo decir: ¡gracias por hacerme partícipe de esta bonita historia! Tu historia: Y, al fin, volar.
Enrique Acosta Dorta